Felipe Orlando fue un auténtico hombre del Renacimiento en tiempos modernos: escritor, poeta, pintor, antropólogo, viajero incansable y curioso insaciable. Este “ciudadano del mundo”, como solía referirse a sí mismo, vivió en Cuba, Nueva York, México y finalmente en la costa andaluza. Nació en Tenogise, Tabasco (México) un 21 de enero de 1911, pero a la temprana edad de 6 años se trasladó a Quemado de Güines (Cuba), donde creció y se formó como pintor, además cursar varios estudios universitarios.
Durante su vida, Felipe Orlando llegó a ser doctor en Filosofía y Letras y doctor en Antropología, licenciado en Ciencias Diplomáticas, profesor de Radio UNAM durante más de 10 años y académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo.
Desde su juventud se relacionó con importantes personalidades del mundo de la cultura de su tiempo: cuando se estableció en Nueva York en 1946 entró en contacto con Jean Paul Bloch y Miró, y durante su viaje de varios meses por Europa, conoció a Henry Moore y a Georges Braque. A lo largo de toda su carrera trabó amistad con personajes de la talla del Premio Cervantes 2009 José Emilio Pacheco, quien publicó el libro titulado País de Felipe Orlando, fue amigo personal de García Márquez, y su intensa vida cultural le llevó a contar entre sus amistades con Néstor Almendros, quien obtuvo un Óscar en 1973 a la mejor dirección de fotografía, José Luis Cuevas, pintor mexicano, o Pau Casals, a quien le unía su pasión por la música. Durante el período en que fue profesor de Radio de la Universidad Nacional Autónoma de México, mantuvo contacto con artistas malagueños exiliados como Emilio Prados, Moreno Villa o Manuel Altolaguirre. Además, Felipe Orlando era primo de los escritores José Lezama Lima y Miguel Barnet, y del director de cine Enrique Pineda Barnet.
Desde mediados de los 60 sus viajes alrededor del mundo le llevan a España, para visitar la tierra de su familia y tomar posesión de una colección de piezas precolombinas que le había dejado en herencia su abuelo. Enamorado del sur, decide establecerse en nuestro país, primero en Mojácar (Almería), luego en Málaga y finalmente, en Benalmádena. A partir de entonces, aunque volvía siempre a Benalmádena, no dejó de viajar, ampliando su círculo de amigos y su bagaje cultural a través de sus viajes a Hispanoamérica, EE.UU., Europa e incluso África.
En 1970 se crea el presente Museo gracias a la donación que realizó de sus piezas precolombinas y la adquisición por parte del municipio de otras colecciones con el mismo origen. Felipe Orlando fue director y conservador de este museo que lleva su nombre durante 30 años, hasta su fallecimiento el 10 de Abril de 2001, pero compaginó este oficio con una intensa actividad intelectual y artística, legando una vasta herencia cultural tanto a Benalmádena, como al mundo del que se sentía ciudadano.
Su producción literaria se sitúa dentro del llamado boom de la literatura hispanoamericana que se desarrolla a finales de los años 60 y durante los 70 y 80. Su obra desafía las convenciones establecidas y aborda temas tan diversos como la música, la libertad, la familia, la antropología o la sociedad y la historia, con una continua presencia de los sentidos y frecuentes alteraciones temporales. Margarita la mística, Hombre con sombrero, Inversamente el sueño, el Perro petrificado y Leonorilda eleva el pensamiento a las alturas, forman el corpus novelístico de Felipe Orlando, junto con más de 30 relatos breves y una considerable labor investigadora relacionada con la Música y la Antropología.
De hecho, fue un estudioso de la música autóctona hispanoamericana y de la música clásica, así como un experto en Antropología que dedicó buena parte de su vida a profundizar en el estudio de la transculturación africana en América.
Con respecto a su producción pictórica, parte de la cual se puede apreciar en el Museo, Felipe Orlando fue un pintor muy prolífico. Su creación ha sido protagonista de más de 100 exposiciones individuales y otras tantas colectivas. Perteneciente al movimiento de la vanguardia artística surgida en los años treinta en Cuba, su pintura se inserta dentro del joven movimiento modernista de la Isla. Inicialmente evoluciona de un estilo ingenuo, próximo a lo naif, a una expresión de un colorido intenso, casi expresionista, cercano al surrealismo. En el segundo lustro de los años 60, coincidiendo con su llegada a España, su pintura se mueve hacia la abstracción, en concreto la corriente informalista, manteniendo algunos referentes figurativos, predominando la serenidad y el lirismo en las texturas.
La diversidad cultural quizá sea la principal premisa del ideario estético de Felipe Orlando, un artista internacional, que trasciende lo local y lo nacional. Un artista que utilizó la pintura y la escritura como medios de expresión, un arte que desarrolla de un modo unívoco y claramente identificable, con un estilo propio, lleno de mesura, equilibrio, cargado de ironía y burla, que busca la denuncia de la injusticia y que practica una poética cuyo cenit es el arte por el arte, la búsqueda de la belleza poética a través de la palabra o del color.